Este autobús de Barcelona lleva cinco años funcionando con un combustible que producimos todos: nuestros excrementos

Este autobús de Barcelona lleva cinco años funcionando con un combustible que producimos todos: nuestros excrementos

Por las calles de Barcelona lleva cinco años circulando un autobús de la línea V3 que ha estado funcionando exclusivamente con un combustible renovable generado a partir de lo que menos nos imaginamos: residuos humanos. Y lo mejor de todo es que el experimento ha sido considerado como un éxito.

Un proyecto que ha conseguido evolucionar. Este proyecto fue bautizado como ‘Nimbus‘, y es el resultado de un acuerdo de colaboración entre la empresa de gestión de aguas local Veolia, Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) y la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Juntos han convertido el concepto de economía circular en algo muy tangible: transformar los lodos de las aguas residuales en biometano para el transporte público.

Cinco años después, y con unos buenos resultados en la mano, el proyecto está listo para pasar al siguiente nivel y comenzar con la producción a gran escala gracias a los fondos europeos. El objetivo final es hacer eficiente la producción de este combustible a base de los residuos sólidos de la ciudad para que acabe en los depósitos de los propios autobuses en un futuro que no está muy lejano. 

Así se crea este combustible. El corazón de esta innovación se encuentra en la depuración del Baix Llobregat, una de las mayores de Europa. Cada día, esta planta procesa unos 400.000 metros cúbicos de aguas residuales. Mientras el 95% del agua se regenera para usos agrícolas o urbanos, los residuos sólidos restantes, conocidos como lodos, suelen acabar como material seco para la agricultura.

El proyecto Nimbus le ha dado un nuevo propósito. Utilizando un innovador proceso, los investigadores han conseguido transformar cuatro metros cúbicos de lodo por hora en biometano de alta pureza. Este gas es lo suficientemente puro como para ser utilizado en vehículos con motores de gas natural sin ninguna modificación.

El secreto es refinar el biogás inicial. En un inicio el gas contiene un 65% de metano y un 35% de dióxido de carbono. En lugar de separar los gases, el equipo de Veolia combina el dióxido de carbono con hidrógeno que se obtiene en fuentes renovables. De esta manera, se convierte casi todo el biogás en biometano, haciendo que el combustible resultante no emita tanto dióxido de carbono.

Un combustible responsable con el medio ambiente. Las cifras que resultaron de esta primera fase ha demostrado que este biometano funciona muy bien. Emite un 80% menos de dióxido de carbono que el gas natural tradicional y cumple con la estricta normativa de emisiones Euro VI de la UE, aunque produzca óxido de nitrógeno a cantidades muy reducidas.

Una alternativa a los autobuses eléctricos. Ahora mismo, las rutas de la periferia de Barcelona necesitan un autobús que cuente con una alta capacidad de pasajeros y una mayor autonomía. Esto es algo que a día de hoy los autobuses eléctricos no pueden ofrecer, pero sí el biometano, manteniendo la reducción en la emisión de dióxido de carbono.

El futuro: más autobuses y producción a escala industrial. Tras cinco años de éxito, el experimento Nimbus dio paso a una nueva fase: el proyecto SEMPRE-BIO. El objetivo ahora es escalar la producción, pasando de generar biometano para una línea de autobús a hacerlo para dos.

Para ello cuentan con un presupuesto de más de once millones de dólares, con financiación de la Unión Europea. Tal y como detallan en el proyecto, con este presupuesto van a «reducir los costes de inversión y explotación de las plantas de producción de biometano y ampliar el potencial de producción de biometano a través de nuevas vías de valorización de residuos».

Muchos proyectos para encontrar el combustible ideal. El combustible sintético es uno de los grandes resultados de la investigación por encontrar una alternativa al petróleo natural. Uno de los ejemplos es el e-diésel, que está basado en «agua y aire» para los motores convencionales, o incluso Toyota ya trabaja con hidrógeno para convertirlo en una alternativa para mantener el motor de combustión.

Pero la realidad es que ahora mismo los coches de combustión están en peligro de extinción. Los coches eléctricos no paran de crecer, y el mercado chino no para de impulsar este sector en otros continentes como Europa.

Imágenes | wang xiong

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Este autobús de Barcelona lleva cinco años funcionando con un combustible que producimos todos: nuestros excrementos

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José A. Lizana

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